martes, 4 de agosto de 2009

Antonin Artaud y Las Ratas

Creo que la primera vez que oí hablar de Antonin Artaud fue a fines de los 80, en una canción de Bauhaus del álbum Burning from The Inside (Nota: No escuchar en días de depresión porque se corre peligro de muerte por suicidio). Un amigo me puso al tanto de quién era Artaud y así encontré algo de información sobre este poeta, dramaturgo, ensayista, maldito francés.

Justamente estaba pasando por una época de mucho “after punk”, “dark” y el sonido británico pre grunge. Días de diseño gráfico, silk screen, y la oficina Impresión Diseños, uno de mis primeros emprendimientos que funcionó bastante bien. Sin embargo, eran días de romántica bohemia, poesía y largas conversaciones de bar. Valparaíso recién comenzaba a recuperar su movimiento nocturno de pubs y locales, y todavía lucía viejo y sórdido.

La atmósfera y el ambiente eran ideales para conocer a Artaud. De una vida terrible de sanatorios y casas de locos, prostíbulos y tratamientos de electro shock. La genialidad de un loco demasiado lúcido, demasiado inspirado, demasiado bendecido por musas malditas y terribles que terminaron por condenarlo a un surrealismo en carne propia, la tragedia de su propio teatro de la crueldad. El personaje ideal para la atmósfera enrarecida del puerto y de esas noches interminables de amanecidas en cualquier lugar.


Me alejé corriendo de Artaud. Toda la nebulosa de esa época nihilista terminó por darle un golpe fuerte a mi timón, llevándome a aguas más tranquilas y calmas.

Me lo volví a encontrar de una forma extraña. De alguna forma Artaud vino a recordarme que lo dejé pendiente, que me escapé de aquellos días oscuros, que suspendí una búsqueda en donde ya tenía un lugar, en donde ya tenía un pasaporte timbrado a un viaje que no quise emprender. Me fugué de la poesía bohemia, escapé por una ventana de ese barco que se hundía. Até a mis demonios y los encadené al control quién sabe hasta cuando.


Al cabo de un tiempo, conversaba con un amigo sobre cómics y poesía, y le comenté sobre este personaje oscuro. Me dijo inmediatamente que lo conocía y que tenía su historia bizarra ligada a Artaud. Tenía en su casa, en una bodega, una caja arrumbada llena de libros. Un día fue a buscar unos textos que recordaba tenía en esa caja y su desagrado fue tremendo cuando pudo comprobar que todo el contenido había sido comido y roído por ratones. No había quedado nada, todo estaba desintegrado en una molienda de papelitos polvorienta. Cuando se dedicó a revolver los vestigios para ver si quedaba algo, aparecieron dos libros que las ratas habían solo roído en sus orillas: “El ombligo de los limbos” y “El Momo y otros poemas”, ambos de Antonin Artaud. Ambos que conservo hasta hoy com un legado.

Terriblemente mágico que las ratas degustaran todos los libros y rechazaran los del loco Artaud o…

… que las ratas perdonaran la vida de estas obras del poeta sórdido y maldito. El marginal, tan marginal como las ratas mismas.

Antonin Artaud. El poeta que ni las ratas quisieron comer

Antonin Artaud. El poeta que las ratas reconocieron y perdonaron.

Nosferatu

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